miércoles, 8 de septiembre de 2010

Fotografías de nuestra revolución I / II


La imagen fotográfica es forjadora de imaginarios, configura modos de entender nuestra identidad individual y colectiva. Narramos nuestra historia a través de la fotografía. Esta narrativa se construye a conveniencia de aquel que la relata. En mi álbum personal no pondré aquellas imágenes que delaten una faceta de mi vida que aborrezco, como mi obesa adolescencia. De la misma manera, el Estado elige las imágenes convenientes para narrar su historia conveniente, sosteniendo con ello proyectos de nación. Así, un estado distinguido por la demagogia construirá su historia visual a partir de las fotografías que sostengan su populismo a ultranza. En este sentido el gobierno mexicano se ha dedicado a narrar visualmente la revolución a partir de una serie de fotografías que resumen su visión oportunista, hipócrita y terriblemente maniquea.

Si introducimos en Google-Imágenes “revolución mexicana” son recurrentes en cada sesión de búsqueda el retrato de pie de Emiliano Zapata (1911) atribuido, recientemente a F. Moray (o F. McKay), Soldaderas (1915) a tribuida a Agustín Víctor Casasola, Villa en la silla presidencial (1914) del estudio Casasola y Francisco Villa cabalgando frente a sus hombres (1914) atribuida a Davidson Wheelan. La reiterada aparición de estas imágenes evidencia su recurrente distribución en medios oficiales como los libros de texto de primaria y secundaria. Dicha distribución tiene su impacto, a nivel comercial en carteles, postales, revistas, playeras, libretas y demás soportes de medios gráficos que configuran el imaginario colectivo del movimiento armado. La reiteración de su distribución hace de estas cuatro imágenes una pretendida alegoría del movimiento armado, resultando casi imposible no evocarlas en la mente al pensar en él.

Demasiada demagogia.

Curiosa es la selección que el gobierno realizó, pues efectivamente las imágenes retratan no a los ganadores de la gesta armada, sino por lo contrario a los vencidos: los traicionados y asesinados. Retratan a aquellos que en medios oficiales de su momento fueron tomados como bandidos, ladrones y embusteros y que ahora se presumen como “Los Héroes de la Nación”. Un ingenuo lector podría leer esta selección oficial como estrategia simbólica para enmendar la traición, sin embargo me resulta tan insultantemente explícito que estas imágenes parecen ser dispositivos de asimilación institucional de lo que todavía hoy es peligroso: la genuina sublevación. Esta apropiación parece un recurso más bien tranquilizador que utiliza el gobierno, aprovechando nuestra identidad de sociedad de consumo. El Estado se apropió de las efigies revolucionarias radicales disponiéndolas en el mercado, logrando con ello su asimilación cotidianidad como parte de una ideología conservadora y reaccionaria.

Sí, se podría acusar de maniquea mi interpretación, de estrambótica y exagerada, pero no creo que sea del todo errada. Así como los oficialismos han tomado la imagen del indígena de espaldas viendo al infinito como símbolo de lo nacional o como se presentan a los muralistas como los “grande maestros” de nuestro arte, estas fotografías encuentran enclave en el sector dominante. Es evidente que las cuatro fotografías a las que aludo son retomadas como bandera de guerra de otras propuestas sociales disidentes, especialmente el retrato de Zapata, pues contienen deseos y sueños frustrados. Sin embargo, también es patente que su distribución ha sido apoyada de manera especial por nuestro gobierno, principalmente aquel priísta, experto en manejar y suministrar imaginarios nacionalistas por medio de los mass media. ¿Por qué no ilustraron las efigies de Obregón y Carranza nuestro imaginario revolucionario oficialista, siendo realmente ellos los primeros forjadores de esta patria posrevolucionaria? Es necesario recurrir a los mártires para construir la imagen identitaria, al asimilarlos se vuelven figuras indefensas por cotidianas. Los íconos transgresores se despolitizan al formar parte de la cultura hegemónica. (Contianuará…)

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