jueves, 12 de agosto de 2010

La Depresión en los jóvenes


Es alarmante la cantidad de adolescentes y jóvenes adultos que pasan, o han pasado alguna vez, por una crisis depresiva (si bien el problema se presenta en personas de todas edades y a causa de múltiples factores), y que debido a ciertos rasgos caracterológicos de la vida social, asume formas cada vez más coercitivas. Esta clase de crisis conduce con demasiada frecuencia al fomento de paliativos transitorios que lejos de extirpar el problema de raíz intensifican aún mas el estado de desorden emocional de la persona y hacen surgir nuevos impulsos destructivos. La cuestión es tratar de ubicar la causa esencial de la depresión (que aquí –aclaro- defino y desarrollo en términos estrictamente existenciales) en tiempos en que principalmente los jóvenes se han vuelto victimas muy recurrentes.

En su proceso de vida, toda persona se ve en la necesidad, por un lado, de satisfacer su condición biológica, y por otro, de resolver el enigma de la existencia. Quizá la razón fundamental –sin detenernos a analizar particularidades- por la cual los jóvenes entran en depresión, es a causa de su incapacidad para darle sentido a sus vidas. En un sistema económico-social que requiere la estandarización de los seres humanos, la vida de todo individuo tiene valor en tanto que su “bagaje” intelectual, cultural, y de aptitudes, corresponde a lo que socialmente es esperado –acaso exigido- de ella o él.

Este proceso de despersonalización, que comienza desde los primeros años de vida y se profundiza durante la juventud, predispone al individuo a depender enteramente del mundo exterior, a subordinar su estado emocional a fuerzas ajenas, imposibles de dirigir. Cuando no existe una sincronización entre aquello que se espera de uno y aquello que conforme a mi capacidad y voluntad soy capaz de ofrecer, sumado a la ausencia de condiciones sociales y económicas que brinden una plataforma para la realización de la individualidad, el resultado es un conflicto existencial que regularmente se torna depresivo. Las drogas, el alcohol, la búsqueda de un “objeto” al cual “amar”, el retraimiento, la despreocupación, constituyen atenuantes efímeros, soluciones insuficientes al problema de la depresión.

Un primer paso en el combate a este problema tendría que ser la creación de programas académicos que en lugar de proporcionar una educación estrictamente técnica-laboral incluyan, mayormente, estudios sociales y humanísticos que otorgen al joven estudiante un marco de valores, principios y conocimientos que le auxilien en la búsqueda de una respuesta al problema de la existencia humana a fin de evitar -al menos en la medida en que sea posible- el desorden emocional y las crisis depresivas en una etapa que de por si resulta compleja y conflictiva.

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