viernes, 6 de agosto de 2010

Generación Y


Las generaciones añejas y caducas (sin afán de ofender al grueso de mis lectores, pero si con la intención de provocar la confrontación dialéctica generacional) nos acusan a los jóvenes (generación Y –personas nacidas entre 1982 y 1992) de ser negligentes, apáticos, inmorales, insolentes, en una palabra, valemadres. No saben que cargar con el lastre, el peso de toda una generación muerta (generación X) es ya por sí solo una hazaña homérica.

Si bien no pretendo emprender la necia faena de reivindicar/exculpar a mi vituperada generación, al menos sí quisiera sentar un precedente en la defensa de nuestra integridad generacional, pues, a mi modesto entender, la generación “Y” no puede ni debe ser condenada tan severa y enérgicamente sin antes echar un solícito vistazo a la enmarañada época que le tocó vivir:

La evolución alienante de los medios de comunicación (Internet, teléfono móvil, televisión por cable); la aparición de los videojuegos en detrimento del ocio al aire libre; el brote exponencial de tribus urbanas estrafalarias (punks, metrosexuales, fresas, emos etc.) y las crisis identitarias; la abrupta masificación de las drogas; el inusitado brote de enfermedades de transmisión sexual; el fracaso rotundo del matrimonio (monogamia); el incómodo advenimiento de la promiscuidad femenina; el estrepitoso colapso de las instituciones otrora veneradas (estado, iglesia); la propagación de institutos tecnológicos (técnica enajenante) en reemplazo de las universidades (conocimiento universal); la defunción de la utopía y la esperanza; la mercantilización creciente de las relaciones inter-personales (“los norteamericanos no tienen amigos, tienen socios”); el desplazamiento de Carlos Marx (tenaz crítico de la injusticia) en provecho de Carlos Cuauhtémoc (Mesías de la auto-ayuda). (“El código moral del fin del milenio no condena la injusticia sino en el fracaso” –Eduardo Galeano).

En la era de la generación Y, la desavenencia en relación con el statu quo se juzga como un acto de locura, de desvarío, de excentricidad –en el mejor de los casos-. Los antiguos mecanismos de censura fueron reemplazados por la auto-censura: las opiniones difícilmente desbordan los cercos ideológicos del “orden”. Si le sumamos el descrédito que presupone remar contracorriente el resultado obligado es una generación entera en estado de desorientación –estancamiento- cultural e intelectual.

Lo único alentador en medio de esta truculenta y aciaga trama es el escepticismo irreductible que ronda por suerte en las conciencias de los jóvenes. No creer en “nada” es un síntoma –aunque precario- de rebeldía: los esfuerzos minúsculos, acotados, puramente individuales, poco o nada contribuirán para el gran cambio que precisa urgentemente la actual sociedad. (“Los pequeños cambios son los enemigos del gran cambio” –Brecht).

Ryszard Kapuscinski, periodista polaco, asegura que los más jóvenes siempre tendrán la razón, a pesar de la inextinguible resistencia de los viejos. Si esta generación llegara a alcanzar una consciencia considerablemente crítica en el tiempo que le resta de juventud (la condición natural del joven es la rebeldía) bien podría modificar drásticamente el curso irreflexivo y apático que las viejas generaciones le atribuyen.

4 comentarios:

6arci4fricano dijo...

Arsinoé, no pude ni terminar el segundo párrafo cuando ya tuve que pasar aquí para felicitarte. Este es un tema dándome vueltas en la cabeza durante el último par de años -pero toparme con alguien capaz de proponerlo antes que yo, tan sólo me puede contentar.
Ahora sí, sigo con la lectura....

degeneradoY dijo...

jajaja, muy de acuerdo con el post
XD

Anónimo dijo...

La generación Y se caracteriza por la superficialidad, la banalidad, el obtener todo servido en bandeja por parte de sus padres condescendientes. Muchos de ellos ignoran lo que es la ética y la solidaridad. Carecen de todo compromiso. Buscan recibir gratuitamente a cambio de nada. No pueden comprometerse con los demás. Son incapaces de construir pero pretenden los beneficios que merecen quienes crean.
Pretender que con personas de estas características la conducción de una familia, de una empresa, o de un país será mejor en un futuro, es como esperar que caiga mana del cielo. Yo nací en 1972 y la diferencia de mi generación con la siguiente es abismal, para mi son una generación perdida, un lastre con el que deberemos cargar los más grandes y los que vengan después.

Anónimo dijo...

Yo había supuesto que la teoría de la generación espontánea ya estaba lo suficientemente desacreditada como para aplicar los mismos principios a la situación contemporánea... Sin embargo según veo, aún siguen vigentes aquellas perspectivas de quienes no pertenecen a la generación Y y deciden así sin más, que nosotros (yo nací en 1985), somos sólo espontáneamente el cúmulo de idiocia, egoísmo disparatado e inconciencia brutal, evidentemente responsable del inconveniente contexto social, político, económico, etc.
Pues bien, cada quien ve lo que quiere ver -o en el caso de algunos obtusos, más sera lo que pueden ver-.

Si la generación X representa la virtuosa contraparte y oposición total a lo que nosotros somos... ¿Porqué estamos tan jodidos?

Causa y efecto... No hay más. Si los otroras "jóvenes" pretenden darle la espalda a su propia construcción, cuando menos tengan la decencia de no estorbar la senda de quienes luchamos a diario por enmendar lo que ustedes dejaron.